domingo, 27 de abril de 2008

Un cura que se perdió por los cielos

¿Quién dijo que los curas no vuelan? El sacerdote católico Adelir Antonio de Carli salió hace ya una semana volando por los cielos de Paranaguá, Brasil, sostenido por un millar de globos de helio; pero no contó con un cambio en el viento que lo llevó hacia el mar y lo hizo desaparecer ante el desconcierto de la gente.

No cabe duda que todo esto tuvo una intención de fondo. El cura, que era responsable de la Pastoral de Carreteras en Paranaguá, asociación que ayuda a los camioneros de la zona, quería superar el record de volar por más de 19 horas. Con el dinero que iba a conseguir por su hazaña tenia planeado levantar una capilla para los camioneros.

Al parecer la gran Celia Cruz no se equivocó cuando cantaba que “la vida es un carnaval”. Hace una semana nos topamos con un cura volador, quién sabe con lo que nos podremos topar ahora. Al parecer los curas tampoco se salvan de este festín.

Ahora sabemos que debemos agregar una categoría más a nuestra concepción sobre los curas: hay curas inteligentes y hay curas, hay curas entretenidos y hay curas, hay curas buenos y hay curas que violan menores, hay curas serios y hay curas que vuelan por los aires.

Ahora, con esto no quiero decir que Adelir Antonio de Carli haya sido una buena o mala persona. Quizá la gente de Paranaguá lo va a recordar como una persona buena o digna de ser beatificada; pero para el resto del mundo, de Carli va a ser recordado como el cura que ascendió a los cielos gracias a un millar de globos. Espero con ansias que de Carli vuelva para contarnos sobre esta travesía, de lo contrario, solo queda decir, QEPD Adelir Antonio de Carli.

P.D. Esta escena ya es conocida para muchos. ¿Quién no recuerda al Chavo del 8 ascendiendo por los cielos de la vecindad, mientras todos decían “no te vayas Chavo”?



martes, 22 de abril de 2008

sábado, 19 de abril de 2008

The Doors, The Doors, The Doors (una reseña sobre el concierto de Riders on the Storm en Lima)

El concierto empezó con una impuntualidad que nos hizo pensar a todos en el espíritu de Morrison. Él ya estaba entre nosotros desde algunos minutos antes de dar inicio al concierto. Pero había una gran diferencia. Todos sabíamos que Riders on the Storm (ex The Doors) si iba a salir al escenario. En cambio, si Morrison hubiese estado vivo, cualquier cosa habría podido pasar…
Una música de gloria fue el enlace hacia un estado de éxtasis total que duro poco más de dos horas. Todo comenzó cuando la guitarra de Robby Krieger empezó a tocar las notas de Love me two times. Todos elevaron sus almas al cielo (los cuerpos estuvieron de pie desde horas antes al concierto y nunca se sentaron) y cada unos de nosotros empezó a agradecer a la hermosa luna que iluminaba la noche este sueño tan deseado. Después vino Break on Through. Una versión distinta de este tema puso a la gente a saltar y bailar. Unos creían estar en el Sargento Pimiento; otros, en el cielo. Así fue como una serie de temas inolvidables, latas de cerveza y cigarros enloquecedores hicieron de todo esto un ritual chamanesco en el que el principal atractivo era Jim Morrison.
Cabe destacar las ganas que le pusieron los músicos. La guitarra de Robby Krieger parece estar en su mejor momento. Ray Manzarek, el nuevo líder de la banda, fue uno de los que más se comunicó con el público. Krieger solo decía “Muchas Gracias”. Manzarek intentaba tocar el órgano con los pies, elogiaba al pisco y en la introducción a “Touch me” toma la posta de James Brown para convertirse en la nueva maquina sexual. También vale destacar la voz de Brett Scallions. Nunca decepcionó al público. Incluso sacó algunas sonrisas con un comentario sobre el intenso olor a marihuana que fluía por el lugar. Pero dejemos las cosas claras: Nunca nadie va a poder reemplazar a Jim Morrison, sin embargo, no hizo que el público lo odie por haber asumido semejante tarea. En conclusión podemos decir que lo hizo muy bien, pero siempre guardando las distancias con Morrison. Phil Chen, más recordado como el “Chupacabras” también nos deleito con algunos solos de bajo. Ty Dennis, en la batería, no lo hizo mal tampoco.
Cuando las luces se apagaron todos sabían que muy pronto se iban a prender de nuevo. Faltaba tocar la canción más emblemática: Light my fire. Después, todo terminó. Lima volvió a ser la misma ciudad de antes. La gente gritaba pero los músicos ya no volverían a salir. Faltaron muchos temas, quizá Roadhouse blues o The end podrían haber sido considerados imprescindibles, pero eso no va a borrar el recuerdo. Es preferible recordar L.A. Woman, Gloria, Alabama Song (Whisky Bar), When the music’s over, Waiting for the sun, entre otros.
“Come on baby light my… fire!!!”. En esa última frase todos dejamos el corazón, la garganta y la vida. Sabíamos que después de esta canción todo iba a terminar. Las notas finales de este tema nos hicieron razonar que los que habíamos experimentado era algo que quizá nunca más volvamos a experimentar. Así el público se fue despidiendo del Monumental. Tarareando los temas que acabábamos de vivir y felices por ese vació dentro que ya hemos llenado.


lunes, 14 de abril de 2008

A propósito de la visita de The Doors a Lima

Este video muestra a un desconocido Jim Morrion. Data de 1964, años antes que Morrison vaya a UCLA, que conozca a Ray Manzarek y que forme The Doors. Es una publicidad para la Florida State University.

http://es.youtube.com/watch?v=meMiC1g_kZI



domingo, 13 de abril de 2008

sábado, 12 de abril de 2008

El cuento de los viernes

Siguiendo la buena costumbre...



Mi mami con cerveza y marihuana


Todo está perfecto. El departamento solo, mi Andreita conmigo, una botella de whisky de doce años que había tomado prestada de mi madre y 100 soles en marihuana. Mi madre va a pasar todo el fin de semana con su hermana en la playa. Yo me salvé de semejante aburrimiento alegando una práctica que debía dar el lunes y que aún me faltaba mucho por estudiar.
-Diiiing- sonó el timbre, cuando todavía faltaban cinco minutos para las diez de la noche.
Puse un disco de Jefferson Airplane en el equipo y fui a abrir la puerta. La impaciencia me hizo abrir sin preguntar quién era. Andrea. El cabello algo despeinado, un polo de los Who y unos jeans muy apretados. Me dio un beso en los labios y caminó directamente hacía el equipo de música para subir un poco el volumen. Nos sentamos en el sofá. Nos besamos. Abrimos la botella de whisky. Nos besamos. Brindamos por nosotros y nos volvimos a besar.
Ya tenía todo preparado. Había armado cinco cigarros y la marihuana restante la había dejado en un cajón dentro de mi cuarto. Después del segundo cigarro tuve que botar la botella de whisky casi llena por la ventana. Fui al refrigerador para buscar algo más refrescante y regrese con seis latas de cerveza bien heladas. Andrea me recibió en el sofá con un apasionado beso que parecía de nunca acabar. Empecé a acariciar su espalda y poco a poco mis manos iban bajando por ella. Nuestra escena romántica se detuvo cuando los dos fuimos a parar al piso. Yo me había golpeado un brazo al caer, pero ella solo empezó a reír, así que supuse que estaba bien. Ella se puso de pie y fue a cambiar la música. Yo fumé. Ya era el cuarto, cada vez tenía la visión más distorsionada. Ella parecía estar bien. Caminaba con algo de dificultad y no dejaba de reír, pero estaba bien. Pensaba en que no había nada mejor que su sonrisa, que ya empezaba a conocer de memoria. Abrí una lata de cerveza, seguí fumando y me senté de nuevo en el sofá esperando que regrese. Había puesto a los Sonic Youth. Era la mejor decisión. Me guiñó un ojo y se lanzó hacia mí. De casualidad empujó el sofá y de nuevo fui a parar al piso, solo que esta vez si me causó un intenso dolor.
Abrí los ojos y vi la cara de mi madre. Parecía algo nerviosa. Me besó tres veces en la frente, puso su cara sobre mi pecho y me abrazó. Su abrazo me producía nauseas. Al parecer se percato de esto y me soltó. Me ayudo a ponerme de pie y me sentó en el sofá. Me preguntó si me sentía bien, le dije que sí. Le dije que tenía mucha sed y me dio mi lata de cerveza. Todo seguía igual: los Sonic, los ceniceros llenos de ceniza, las latas de cerveza sobre la mesa, el último cigarro de los que armé seguía ahí; pero, Andrea había desaparecido. No quise preguntar. Quizás mi madre nos había encontrado y la había echado de la casa. Lo único que sabía era que me sentía muy bien ahí junto a mi madre. Me sentía protegido. Temblaba. Ella me abrazaba y me decía que me calmara, que todo iba a salir bien. Me sentía mal por Andrea, no sabía qué le había pasado, pero no me importaba. En ese momento me sentía indefenso frente a la vida y solo necesitaba a mi madre, Andrea había pasado a un segundo plano para mí. Sentir eso me defraudaba, pero eso era lo que en realidad sentía y no podía hacer más.
Me puse de pie y empecé a caminar hacia el baño. Necesitaba lavarme la cara para sentirme mejor. Mi madre se ofreció a ayudarme pero dije que podía ir solo.
Salí del baño y me sentí como nuevo. De pronto vi que Andrea se paró del sofá y vino hacia mí a preguntarme si ya estaba mejor. No entendía lo que pasaba. Mi madre había desaparecido y ahora era Andrea la que estaba conmigo.
Me tomó de la mano y me llevó a sentarme junto a ella en el sofá. Me dio un beso en los labios y se quedo abrazada a mí. No me soltaba. Se sentía bien, ella era una mujer. Mi madre era mi madre. Pero había algo que mi madre podía darme y Andrea no. Sentía que Andrea estaba tan indefensa como yo y yo no me sentía un hombre como para protegerla de este horrible mundo. No podía con mi vida y menos con la de ella también.
En ese momento me separe de ella bruscamente. Le pedí perdón y ella me respondió que no sabia de que estaba hablando. Le dije que no era lo suficientemente hombre como para estar con ella. Le dije que me sentía indefenso y no era capaz de protegerla. Protegerme de qué, me respondió. La verdad no estaba seguro de lo que estaba hablando pero le dije que ya no quería seguir con ella. Le dije que la quería mucho pero ya no quería estar con ella. Que era lo mejor, alejarse de un cobarde como yo. Se puso de pie y me miró como nunca me había mirado. Había decepción y quizás un poco de odio en esos ojos. Me puse de pie y le di un beso en la boca. Ella me empujó y yo caí al suelo.
Abrí los ojos y mi madre estaba de nuevo conmigo. Era como un súper héroe, siempre estaba en los momentos precisos para salvarme. Siempre estaba ahí cuando yo la necesitaba. Me abrazó muy fuerte. Noté un par de lágrimas en su rostro. Me dijo que todo había salido muy mal esta noche. Se ofreció a llevarme a mi cama para que pueda descansar. Dijo que pasaría toda la noche junto a mí, cuidando mis sueños y que mañana me prepararía un rico desayuno. Yo le respondí con una sonrisa. Le dije que me esperase un momento, que necesitaba fumar ese último cigarro antes de ir a dormir. Me respondió que no había problema. Mi madre era perfecta. Me concedía todo lo que yo pedía y me daba todo sin pedir nada a cambio. Fumé y fumé. Mi madre se acostó sobre mi regazo y me dijo que yo era todavía un niño, pero que ella quería pasar su vida junto a mí. Dándome todo. Dijo que me amaba. Me ayudó a ponerme de pie y empezamos a caminar hacia mi habitación. Ella lo sabía todo. En ese momento lo único que necesitaba era dormir.
-Diiiiing- pude oír el timbre entre las guitarras de Sonic que sonaban desde hacía rato sin perder la armonía.
Le dije que me esperara un momento que yo iba a abrir la puerta. Caminé hacia la puerta esquivando un par de latas de cerveza que yacían sobre el piso y abrí. Era mi madre y me saludo con un beso en la frente.

domingo, 6 de abril de 2008

Ladies and gentlemen... From Los Angeles, California... The Doors





El año pasado los peruanos pudimos saber realmente lo que era un concierto. La visita de Roger Waters, ex bajista de Pink Floyd, generó algo en los corazones de algunos de nosotros que hasta hoy, poco más de un año después, no olvidamos.

Después de ese recordado 12 de marzo en el Estadio Monumental, varios famosos han pisado tierra limeña: Toto, Bjork, Bryan Adams, Sepultura, Soda Stereo, Sabina & Serrat, Deep Purple, entre otras; pero nada como lo que se nos viene ahora. Ray Manzarek y Robby Krieger vienen a Lima para darnos ese algo que nos dejará morir en paz.

Ahora es el turno de The Doors, esa mítica banda de los años 60´s que les abrió “las puertas de la percepción” a los jóvenes de aquella época y que se ha hecho un espacio en los corazones de muchos hasta el día de hoy. Lima los espera con otro nombre: Riders on the storm; nombre de unas de sus canciones más emblemáticas. Esto se debe a un conflicto legal con John Densmore, baterista original de la banda.

Fueron menos de diez años los que necesito The Doors para dejar huella en la historia de la música y crear toda una leyenda tras la imagen del joven Morrison. Músico y poeta (tiene dos poemarios publicados), sex symbol, adicto al alcohol y las drogas. Se ha llegado a decir que bebía más de una botella de whisky al día y que aún hoy su espíritu aparece de vez en cuando por los bares de París. Su tumba, en el Pere Lachaise, es uno de los atractivos turísticos más importantes de la ciudad.


Aunque Morrison fue la imagen de la banda, no podemos quitarle meritos al resto de los integrantes. Tan solo basta recordar los increíbles solos de piano Ray Manzarek o el simple hecho de que tocara el bajo en su piano con la mano izquierda. La guitarra de Robby Krieger, formado en el estilo flamenco; o la batería de Densmore, que hoy no viene porque esta dedicado a su pasión de siempre, el jazz. Todos estos elementos se encargaron de crearon lo que hoy conocemos como The Doors.

Aunque Jim Morrison nunca vaya a pisar territorio peruano, muchos esperamos un espectáculo inolvidable por parte Manzarek y Krieger. Como el mismo Manzarek dijo en una entrevista: “A Jim Morrison le habría encantado estar con nosotros en Latinoamérica… El nunca estuvo en Perú y le encantaría, pero estará con nosotros como espíritu, como fantasma. El fantasma de Jim Morrison. El alma de Jim Morrison en el escenario. Yo puedo sentirlo.”

Pues yo también. Muchos fanáticos de los Doors esperamos eso, sentir la presencia de Morrison detrás de todo el espectáculo este 18 de abril. Al parecer la gira viene con muchas ganas y mucho punche por parte de estos dos, además de querer rendir un homenaje al genial Morrison. Ojalá todo esto se confirme en el escenario y los peruanos que tengamos el privilegio de estar ahí presentes podamos resucitar a Morrison por un lapso de poco más de dos horas en nuestros corazones.



jueves, 3 de abril de 2008

El cuento de los viernes

A propósito de un taller de narrativa que estoy llevando, pretendo iniciar una bonita costumbre: el cuento de los viernes. Esta semana tenía que meter por algún lado el tema de internet, ese era el requisito.



Papá es mi héroe



Ya estaba todo listo. Había llamado a su mamá para avisar que se quedaría en casa de Renzo toda la tarde. Su pretexto fue un trabajo de geografía. Un mapa gigante quizá. De su papá no había porqué preocuparse. Ni se iba a dar cuenta, a menos que las cosas no salgan como él en el fondo esperaba.
Quería pensar que todo era un invento, que nada de lo que pensaba estaba pasando. Pero tenía las pruebas suficientes. La idea lo atormentaba.
Cuando salió del colegio caminó un par de cuadras esquivando a sus amigos. Quería evitar las preguntas sobre a dónde se dirigía. No le gustaba dar explicaciones. Además, esto era un tema familiar. Era solo entre él y su padre. Ya se sentía todo un hombre y creía ser capaz de encararlo para pedirle explicaciones.
Con esa mentalidad caminó durante media hora. No pensaba en nada más. Esto era su única obligación. Las tareas escolares habían pasado a un segundo plano.
De vez en cuando maldecía a su propia madre por haberlo mandado a buscar las llaves del auto en ese momento. ¿Por qué creyó haberlas dejado en el escritorio si estaban en la cocina?
Antes de llegar al paradero de Javier Prado se aseguró de que no haya algún compañero de colegio por ahí. El terreno estaba vacío. Fue un viaje muy corto, el destino era el Jockey Plaza.
Cruzó el puente de la de Lima y admiró a toda la gente. Él también ya quería ser un universitario. Al bajar, compró un cigarrillo en el kiosco. Ya se sentía todo un hombre, era hora de empezar a fumar.
Repetía la misma escena en su cabeza una y otra ves. Él buscaba las llaves. Su padre estaba en la ducha. Al parecer creía que ya se habían ido. En el monitor se veía un mail: Lunes, 4 pm, Jockey Plaza, Puerta Manuel Olguín. Anda solo. Firmaba una tal Lolita.
El cigarro le sirvió para distraerse por un momento. Frente a él pasó un grupo de chicas, todas parecían iguales. Una le pellizco un cachete y dijo: ¡Qué rico! El pensó: ¡Carajo!
Eran las 3:45, todavía faltaban quince minutos. El mensaje decía: Puerta Manuel Olguín. Caminó un par de cuadras más allá para ocultarse en una sombra.
En ese momento empezó a pensar en su papá y en todos los momentos que habían pasado juntos. Se percató de que en la mayoría de sus recuerdos su padre no estaba solo. Siempre estaba su madre presente. Eran como una familia perfecta. No podían vivir el uno sin el otro. Se querían. Se amaban. No entendía porqué ahora todo parecía venirse abajo. No entendía porque su padre hacía esto.
Faltaban todavía dos minutos, su padre apareció en la escena. Parecía nervioso, eso lo delataba aún más. Estaba intranquilo, iba de un lado a otro. Fumaba.
A las 4:01 apareció un carro negro. Las lunas eran oscuras y obligaron a Oscar a acercarse un poco más. El vehículo se detuvo unos cuantos metros más allá del lugar pactado.
La luna del asiento posterior bajó lentamente. Él no distinguió el rostro, pero una mano con rasgos femeninos fue su confirmación. Empezó a correr. Quiso alcanzar a su padre y así fue. Ambos llegaron juntos a la escena del crimen. Oscar no entendía porque su padre se lanzó sobre él, lo abrazó y lo lanzó al suelo. Solo sintió golpes, ruidos escalofriantes y un chillido de llantas. Después vino la bulla, la muchedumbre y la sangre. Sangre por todos lados. El cuerpo de su padre lo abrazaba ya sin vida.