sábado, 19 de diciembre de 2009

Reflexiones sobre género: el caso de las empleadas domésticas


“La mujer no existe” fue una de las frases más celebres del psicoanalista Jacques Lacan. Pero, ¿qué fue lo que llevó a Lacan a postular algo tan extremo? ¿Por qué en pleno siglo XXI, donde el machismo ya se ve como algo retrogrado y hasta cavernícola, aún existen movimientos que reivindican las luchas feministas? Pues si dentro de las organizaciones de género lo más “de moda” son las luchas LGTB (Lesbien-Gay-Trans-Bi), la lucha feminista es la más antigua y sólida, pero también la que ha evidenciado mayores falencias. Me gustaría tratar el tema de las empleadas del hogar, un universo subalterno donde se mantiene de forma oculta las reglas de juego del machismo más extremo y dominante, como un ejemplo de las falencias de la lucha feminista. Si uno escribe en Google “emplead”, las opciones que le ofrece el navegador para terminar su búsqueda son: “empleadas del hogar”, “empleadas domésticas”, “empleadas del hogar lima”, “empleadas del hogar peru”, hasta que finalmente aparecen las opciones “empleador” y “empleado público”, ambas en masculino. ¿Qué no dice esto? Pues que dentro de nuestro imaginario común no existe la opción de buscar un empleado doméstico, mientras que las empleadas domésticas han sido consultadas 1 890 000 veces (cifra que ofrece el mismo buscador).
Esto evidencia que si hasta el machismo más conservador, de a pocos, está acercándose a la idea de que la “señora” del hogar también sea capaz de trabajar (y no tenga que dedicar su vida a lavar, planchar, cocinar y cuidar a los hijos); en cambio, la situación de las empleadas domésticas parece ir por un camino adverso. Estas tareas que ciertas amas de casa han abandonado parecen simplemente haberse desplazado hacia el lugar de las empleadas. Entonces, el cambio no ha sido significativo. Algunas mujeres han abandonado esa posición pero solo para entregarles la posta a otras mujeres, doblemente marginadas, al ser no solo mujeres sino también personas de menores recursos económicos.
En este ejemplo bastante preciso han quedado evidenciados los errores de la lucha feminista. El feminismo no se trata de hacer que las mujeres adopten un rol masculino, capaz de trabajar fuera del hogar. Si esto sucede, no se está solucionando el problema, tan solo se lo está desplazando hacia mujeres con menores recursos para hacerse escuchar. El feminismo debe ser una lucha por la reivindicación y que conduzca hacia la igualdad de género, no debe conformarse con ponerse un ropaje distinto para parecer ser o parecer igual. El cambio debe ser más profundo.
Ante esta situación, parece relevante volver a Lacan y las corrientes pioneras en los estudios de género. El problema verdadero está en que la estructura de la sociedad, el lenguaje, el orden supuestamente natural, son solo construcciones históricas creadas desde mentalidades masculinas. Si el lenguaje es masculino, dentro de él no vamos a encontrar formas apropiadas para representar la subjetividad femenina. Por ende, la solución del problema no está en cambiar una ficha por otra, debemos patear el tablero y cambiar de juego. Al parecer, la crítica contemporánea, está entendiendo muy bien todo esto, pero todavía falta mucho por hacer.