martes, 9 de febrero de 2010

Notas sobre El Custodio

Con la novedad de La Teta Asustada, quise ver otra película latinoamericana que hace algunos años había sido premiada en Berlín. Se trata de El Custodio (2005), una gran película, dirigida por Rodrigo Moreno, que también obtuvo reconocimientos en Sundance, Guadalajara y aquí en Lima.

Rubén es el custodio, o guardaespaldas, de un Ministro en la Argentina. Su vida está totalmente entregada a su trabajo ya que debe acompañar al Ministro durante todas sus actividades. Él está presente en todos lados, pero siempre como un extra, con un rol totalmente pasivo. Siempre espera tras la puerta, fumando un cigarrillo, hasta que el ministro termine lo que ha ido a hacer. El conflicto de fondo en la película es el hecho de que Rubén ha perdido las riendas de su vida, su existencia se ha convertido en una espera eterna de algo que ni siquiera él sabe qué es.


El oficio de nuestro personaje es también significativo. Él se preocupa por su integridad física y por ello usa siempre un chaleco antibalas, incluso compra uno mejor (antes habiéndose asegurado que es de fabricación alemana). Siempre con su arma lista, él está preparado para lo que nunca llega a pasar.

¿Cómo puede Rubén recuperar las riendas de su vida? Rubén es un tipo con poder y él lo sabe. No solo está ligado a un ministro, recordemos que su hermana le pide favores para su hija, sino que siempre anda armado y protegido por su chaleco. El poder de este hombre se evidencia en la escena del restaurante chino, cuando amenaza a los mozos por haber empujado a su sobrina y se va haciendo un alboroto. Pero este poder que posee Rubén no lo lleva a ningún lado. En la escena posterior aparece él solo, comiendo en un lugar bastante nostálgico.


Vayamos atando cabos. Rubén posee cierta magnitud de poder, pero no tiene sobre qué o quién ejercerlo. La escena del restaurante chino a la que he hecho mención funciona como un modo de apaciguar ese poder y tensión concentrados en nuestro personaje. Del mismo modo se justifica su visita a una prostituta, por ejemplo. Sin embargo, el hecho que su hermana esté internada en un hospital psiquiátrico, o que no vuelva a ver a la prostituta, nos dice que incidentes como el del restaurante, donde su hermana parece haber obtenido algún permiso para salir, son poco frecuentes. Tal como nos explica Rene Girard, el poder (la violencia), si no es apaciguada por ciertos ritos de violencia (pequeños altercados, el acto sexual, etc.), corre el riesgo de aumentar hasta ya no poder ser contenida y acabar en algo siniestro.

Por ejemplo, el deseo de Rubén sobre la hija del ministro es algo latente. Recordemos que la cámara hace hincapié sobe el trasero de la joven cuando está va hacia la cocina, solo con los calzones puestos, en su día de campo. Además, recordemos que Rubén se resiste a llevar en el coche al “amigo” de la joven y su papá, el ministro, tiene que solucionar el problema. Luego, ya en el coche, Rubén espía a través del espejo a la joven cuando aparentemente está masturbando a su “amigo”. Por otro lado, también vemos los dibujos que él hace sobre mujeres desnudas. La única forma de canalizar este deseo es, obviamente, yendo donde la prostituta.

Este poder concentrado en nuestro personaje es la herramienta capaz de devolverle las riendas de su vida. ¿Qué es lo que puede hacer para recuperar su vida? Él acompaña al ministro en su trabajo, en sus presentaciones públicas, mientras se moviliza por la ciudad, i
ncluso mientras duerme. La respuesta es sencilla.

El final de la película puede ser entendido incluso como un suicidio. Rubén está harto de la vida que lleva y le pone fin. Sin embargo esta lectura se desestabiliza cuando él va al mar. Tras el asesinato del ministro, Rubén va a reencontrarse consigo, va a hacer aquello que nunca había hecho (porque no le era permitido).

El silencio es la forma de expresión de nuestro personaje. Esto lo sitúa en el lugar del subalterno, ya que Rubén no habla, más allá de porque no quiera, porque no puede. Su silencio es una forma de resistencia. Es así como el resiste, por ejemplo, en la casa de campo, cuando lo invitan a participar de la acción pero solo como un medio de entretenimiento. Es la primera vez que él es
invitado a participar, sin embargo, como la conversación es en francés, él no entiende nada.

Rubén ya no vive su propia vida, ahora vive la vida del ministro, pero desde un lugar de espectador. Esto, cómo es de esperarse, es una bomba de tiempo.

Es genial la manera como se maneja la historia sin recurrir a la presencia innecesaria de diálogos. El silencio es tan expresivo como cualquier conjunto de palabras. Solo que exige estar más concentrado para percibir los demás elementos del lenguaje cinematográfico. Ahí nace el vínculo con Taxi driver, otra película donde conocemos de manera magistral la subjetividad de nuestro personaje a través de su vida “exterior”. Tal vez con temáticas y recursos diferentes, es cierto, pero la estrategia de fondo es la misma.

Si hay que calificar esta película, para mí es extraordinaria.


sábado, 6 de febrero de 2010

Empezando el año...



Este año empezó mal. No solo era mi primer año de egresado de la universidad (algo bastante aterrador), sino que se nos fueron Eric Rohmer, Salinger y Sandro. Por otro lado estuvo lo de Haití y Cusco. La nominación al Oscar de La Teta Asustaa parece ser la primera buena noticia (bueno, por ahí también está que conseguí un trabajo). Ojalá las cosas mejoren.