sábado, 19 de abril de 2008

The Doors, The Doors, The Doors (una reseña sobre el concierto de Riders on the Storm en Lima)

El concierto empezó con una impuntualidad que nos hizo pensar a todos en el espíritu de Morrison. Él ya estaba entre nosotros desde algunos minutos antes de dar inicio al concierto. Pero había una gran diferencia. Todos sabíamos que Riders on the Storm (ex The Doors) si iba a salir al escenario. En cambio, si Morrison hubiese estado vivo, cualquier cosa habría podido pasar…
Una música de gloria fue el enlace hacia un estado de éxtasis total que duro poco más de dos horas. Todo comenzó cuando la guitarra de Robby Krieger empezó a tocar las notas de Love me two times. Todos elevaron sus almas al cielo (los cuerpos estuvieron de pie desde horas antes al concierto y nunca se sentaron) y cada unos de nosotros empezó a agradecer a la hermosa luna que iluminaba la noche este sueño tan deseado. Después vino Break on Through. Una versión distinta de este tema puso a la gente a saltar y bailar. Unos creían estar en el Sargento Pimiento; otros, en el cielo. Así fue como una serie de temas inolvidables, latas de cerveza y cigarros enloquecedores hicieron de todo esto un ritual chamanesco en el que el principal atractivo era Jim Morrison.
Cabe destacar las ganas que le pusieron los músicos. La guitarra de Robby Krieger parece estar en su mejor momento. Ray Manzarek, el nuevo líder de la banda, fue uno de los que más se comunicó con el público. Krieger solo decía “Muchas Gracias”. Manzarek intentaba tocar el órgano con los pies, elogiaba al pisco y en la introducción a “Touch me” toma la posta de James Brown para convertirse en la nueva maquina sexual. También vale destacar la voz de Brett Scallions. Nunca decepcionó al público. Incluso sacó algunas sonrisas con un comentario sobre el intenso olor a marihuana que fluía por el lugar. Pero dejemos las cosas claras: Nunca nadie va a poder reemplazar a Jim Morrison, sin embargo, no hizo que el público lo odie por haber asumido semejante tarea. En conclusión podemos decir que lo hizo muy bien, pero siempre guardando las distancias con Morrison. Phil Chen, más recordado como el “Chupacabras” también nos deleito con algunos solos de bajo. Ty Dennis, en la batería, no lo hizo mal tampoco.
Cuando las luces se apagaron todos sabían que muy pronto se iban a prender de nuevo. Faltaba tocar la canción más emblemática: Light my fire. Después, todo terminó. Lima volvió a ser la misma ciudad de antes. La gente gritaba pero los músicos ya no volverían a salir. Faltaron muchos temas, quizá Roadhouse blues o The end podrían haber sido considerados imprescindibles, pero eso no va a borrar el recuerdo. Es preferible recordar L.A. Woman, Gloria, Alabama Song (Whisky Bar), When the music’s over, Waiting for the sun, entre otros.
“Come on baby light my… fire!!!”. En esa última frase todos dejamos el corazón, la garganta y la vida. Sabíamos que después de esta canción todo iba a terminar. Las notas finales de este tema nos hicieron razonar que los que habíamos experimentado era algo que quizá nunca más volvamos a experimentar. Así el público se fue despidiendo del Monumental. Tarareando los temas que acabábamos de vivir y felices por ese vació dentro que ya hemos llenado.


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