miércoles, 29 de octubre de 2008

Una puesta efímera



Efímero es una simpática puesta en escena escrita y dirigida por Mariana de Althaus, con las actuaciones de Alejandra Guerra, Denise Arregui y Lita Baluarte, que a partir de noviembre se va a poder ver en el Teatro del CCPUCP (antes estuvo en el Teatro de la Municipalidad de San Isidro).

La obra trata sobre una mujer, Lunar, que pierde a su gato y decide salir en su búsqueda. En el camino va a ir encontrándose con una serie de mujeres muy peculiares que van a ir dándole sentido a la obra. “La obra... toca en sus escenas las diferentes formas de las mujeres para romper con la rutina, con lo estable, con la vida asumida y atreverse a hacer algo completamente diferente”, nos dice la dramaturga.

El tema central de esta obra es la libertad de las mujeres o el camino hacia esa libertad. Además, esa libertad va a ser entendida como realización personal. Todas las mujeres de la obra van a sentirse realizadas o van a sentirse encaminadas hacia esa realización.

La superación de la mujer es el encuentro consigo misma. Pero en esta obra todas las mujeres son una sola. Al menos todas van con una sola voz tratando de educar a Lunar (el personaje central), quien cree que su gato es negro; hasta que finalmente descubre lo que le dice esa otra gran voz, ese “gran otro”, que le dice que su gato es azul.

Finalmente, al aceptar este discurso, se inserta en los mandatos de ese “gran otro”. Podemos entender a la Mujer Maravilla (imagen recurrente en la obra, hasta que finalmente hace su irrupción) como un objeto de deseo. Todas las mujeres la desean; desean ser como ella. Pero cuando la Mujer Maravilla aparece, se dan cuenta de la fragilidad de ese objeto de deseo. Ese alter-ego se derrumba. El paradigma que se ha deseado, cuando entra en contacto con la realidad, se debilita hasta perder todas sus cualidades y sumergirse en la masa.

La Mujer Maravilla va a tener un hijo y va a dejar de ser “maravilla”. Va a ser una mujer más. Esto nos hace pensar en una mujer sumisa, totalmente opuesta al ideal de antes. Esto se sustenta con la escena de la cita a ciegas. La mujer quiere pelear con Lunar para que el hombre (por el cual ambas aparentemente deberían pelear) se sienta más deseado. La sumisión de la mujer es algo que emerge al final de la obra, en total incompatibilidad con el principio.

Toda esta aparente incompatibilidad va a ser solucionada cuando Lunar se de cuenta de que toda su vida ha sido siempre sistematizada, ordenada, y lo único espontáneo en ella es su gato, Efímero. Ella descubre que le gusta ser como era, ella disfruta viviendo de esa manera. Así es como quiebra con todos esos mandatos que le inculcaban las mujeres que se iban cruzando por su camino. Por último, ella parece poder encontrar ese lado espontáneo en sí misma. La solución está en sí misma. Esto se vincula con las siguientes declaraciones de la dramaturga: “[hablando sobre la maternidad, aparentemente opuesta a la libertad, y como el fin último de una mujer]... la maternidad como el encuentro con una nueva libertad, el inicio de un mundo de posibilidades que uno no había visto.”

Todo esto nos hace pensar en el personaje ausente: el hombre. La mujer en esta obra está definida como la negación del hombre. Esto aparentemente ayuda a la idea de la liberación y realización de la mujer. El feminismo no es la superación del machismo. La superación del machismo es entender que el género no es una identidad sino algo por donde transitamos libremente y donde no hay jerarquización de una opción sobre otra.

En mi opinión, lo más flojo de esta obra se da en el manejo sobre la comedia. Es verdad que sobresalen momentos muy buenos (como la mujer de la casa de citas, o la psicoanalista, por ejemplo), pero en otros momentos la exageración de situaciones desfavorece a la obra. “El humor ha sido involuntario en mis obras. Mi primera intención era hacer obras dramáticas, pero mis personajes hacían reír por ser tan absurdos y extremos.”, dice la dramaturga al respecto.

Hay que destacar el trabajo de actuación (los tres trabajos son muy buenos, aunque sobresale el de la actriz principal) y el vestuario.

El color (apoyado en el vestuario), la historia y los temas de fondo introducen esta obra en una misteriosa post-modernidad que genera un gran atractivo sobre el espectador. No creo que sea el montaje del año, pero es entretenida y muy atractiva. Vale la pena.

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