lunes, 9 de marzo de 2009

Resucitando al comandante (Che, el argentino)





En tiempos de crisis económica, cuando salen a la luz las más grandes fisuras del capitalismo, retorna a nuestra memoria la imagen del Che Guevara con una nueva película sobre su vida y obra que merece bastante atención: Che, el argentino.

El contexto no puede ser mejor. Las promesas del Consenso de Washington no eran del todo ciertas, ahora podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el sistema no es perfecto. Las odas y alabanzas al capitalismo han caído en el vacío. El sistema se nos fue de las manos y ahora nadie puede hacer algo para detenerlo.

Ahora el capitalismo se ve como un monstruo que se ha independizado de su creador. Al mejor estilo de Frankenstein, todos los teóricos de la economía se jalan los pelos tratando de detener esta crisis mundial, pero ya nadie puede hacer nada. Millonarias perdidas económicas, quiebra de bancos y empresas, tasas increíbles de desempleo, y entre todo este caos surge un conocido director estadounidense, Steven Soderbergh, junto a un respetado actor que últimamente anda redescubriendo su ferviente origen latino, Benicio del Toro.

Así nos topamos con “Che, el argentino”. Es imposible no hablar de todo esto antes de sumergirnos solamente en la ficción narrativa. El momento ha sido el más oportuno para lanzar esta cinta, que si bien no despertó los comentarios que se esperaban en los Estados Unidos, específicamente en los Oscar, sí ha recibido los mejores comentarios alrededor del mundo. Tuvo una nominación para la Palma de Oro en Cannes, donde además Benicio del Torre logró el mayor reconocimiento por su interpretación, y además Del Toro también se llevó un Goya.

La formula es conocida y bien empleada. Un humano Ernesto Guevara, junto al movimiento “26 de julio”, lucha para poder derrocar a Fulgencio Batista y poder instaurar la libertad en Cuba. De forma paralela, vemos a un consagrado Ernesto Guevara frente al mundo, en la asamblea de las Naciones Unidas.

Las historias nunca llegan a juntarse, pero no tienen porqué. La historia del Che es conocida y este filme no ha querido volvérnosla a contar. Lo que se pretende es tomar los pasajes necesarios para crear un punto de vista, que por momentos bordea la objetividad, y además sumergirse en un ambiente artístico, que avanza ni muy lento ni muy rápido, y que deja una buena impresión del filme.

En Traffic, ya Soderbergh denunciaba que algo no andaba bien. En ese caso fue la DEA y el narcotráfico, ahora es la sociedad, la justicia y la igualdad. Las estrategias no son las mismas, pero el fin sí. En Traffic se reflejaba un presente que es capaz de asustar a cualquiera; en Che, el argentino se refleja un pasado que representa una opción para luchar contra el presente en crisis. Esta opción ha sido desacreditada, y quienes intentan retomarla aún no consiguen escapar de los errores del pasado.

Cuando hablo de objetividad no intento opacar esa parcialidad con el Che que parece tener el filme. Al sumergirse tanto en un personaje creo que es imposible no otorgarle cierto cariño que se refleja en subjetividad en la manera de narrar. Pero en este caso, eso se pretende evitar mostrando que “nuestra lucha es una lucha a muerte”, pero también se muestra que para que haya revolución tiene que haber educación. Eso significa que la revolución primero debe darse dentro de uno mismo. Y en el Che, esto fue exactamente lo que pasó. Pero también significa que la revolución es una lucha sanguinaria donde se suprimen algunos valores a costa de otros. Lo que quiero decir es que, pese a la parcialidad, se intenta también mostrar lo “malo” de un personaje como el Che. Aunque esto no llegue a crear objetividad a lo largo del filme, es un buen intento.

Otra crítica importante que realiza el filme se muestra en el papel de “celebrity” que el Che adquiere por momentos. Ya desde las luchas contras el ejercito de Batista, Camilo Cienfuegos le propone sarcásticamente al Che “meterlo en una jaula y pasearlo por todas las ciudades de Cuba con la intención de hacerse millonario”. Esa imagen, creada a partir de un mito verdadero de un Che que promueve valores universales por encima de cualquier eje (Moscú o Washington) fue lo que lo lanzó al estrellato.

Ahí vemos ese personalismo que fue lo que finalmente acabó llevando la historia hacia la caída del Muro de Berlín y hacia el fin de la Unión Soviética. El estalinismo o el maoismo, por mencionar algunos ejemplos, al personalizar el sistema facilitaron la derrota general.

En el caso del Che este personalismo se volvió inevitable, aunque él haya intentado contraponer esto con su lucha en Africa y luego con su muerte en Bolivia. Él quería llevar el socialismo hacia la victoria en todo el mundo y no sentarse a disfrutar de su éxito. No obstante, esto contribuyó a forjar su leyenda. Pero, ¿si el Che seguiría vivo, su leyenda hubiese sido la misma? ¿Si Fidel Castro hubiera muerto, tendría una imagen mucho más heroica que la que hoy posee? Todo se relativiza ante la historia.

Esta revolución con nombre y apellido, desde mi manera de ver las cosas, se critica también en lo sobre actuado del personaje de Fidel Castro. Un Fidel que probablemente a los peruanos nos haga recordar a la imitación del conocido político nacional Javier Valle Riestra. En un principio esto puede verse como un punto débil, aunque viéndolo de una manera más profunda puede entenderse como una manera de ser consecuente con una de las ideas que propone el filme. Aunque finalmente esto igual siga resultando cómico y, desde mi punto de vista, traiga más problemas que aciertos.

Dejando de lado este percance, el filme narra muy bien los hechos. No solo el lado humano y la ascensión del Che, sino también su éxito popular y la leyenda detrás de él. Y todo esto se da sin caer en el error de estampar su rostro en alguna prenda de vestir. Esperamos con ansias la segunda parte.







Trailer

















Benicio del Toro sobre "Che, el argentino"









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